LAPÜ y EL LIBRO DE LOS MUERTOS TIBETANOS: Espíritu y llanto.

Natalia Peralta
4 min readNov 11, 2019

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“Oh hijo de noble familia, con un cuerpo como el que tienes ahora verás tu hogar y a tu familia como si te encontraras con ellos en un sueño, pero aunque les hables no responderán; y verás a tus parientes lamentándose, y pensarás “Estoy muerto, ¿qué debo hacer?”

En el Bardo del Sueño, el segundo de seis estados de la existencia abarcados en una obra tibetana llamada El libro de los Muertos Tibetanos (que propone guiar al difunto del estado intermedio de la muerte hacia otro estado de existencia) el ser parece balancearse entre un estado de vigilia y el sueño profundo; en estos estados es posible entrar en contacto con niveles más profundos de la realidad, pudiendo alcanzar así la iluminación.

Doris, la protagonista del largometraje documental LAPÜ dirigido por Juan Pablo Polanco y César Alejandro Jaimes tiene un sueño con su prima difunta hace años, quién le expresa su deseo de un Segundo Velorio, uno de los eventos más importantes en la tradición wayúu que sostiene que son los muertos quienes deciden cuándo recibir este ritual y lo expresan mediante sueños (LAPÜT).

La prima de Doris según la tradición tibetana podría encontrarse en el Bardo de lo absoluto, el cuál precede a la muerte y en un primer desprendimiento del cuerpo terrenal puede observar a quienes la acompañan pero ellos no pueden verle, ella puede oir como le llaman y le nombran pero ellos no pueden oír como ella les llama, así que cae en desesperación. En ese momento de desesperación aparecen 3 fenómenos: sonidos, resplandores coloreados y rayos de luz. LAPÜ, inicia en este quiebre de desesperación que los tibetanos llamarían la Liberación a través de la audición y escuchamos el susurro de Doris quién se convierte en su guía hacia la liberación:“¿Estás perdida?”

En el Bardo de lo absoluto y los siguientes bardos, según la obra, el difunto puede experimentar proyecciones y visiones terroríficas por lo que pueda querer escapar de su camino y en consecuencia permanecer vagando errante en el Samsara (Ciclo de existencia del ser).

Una de las indicaciones y condiciones más precisas y constantes para trascender en el recorrido por los bardos es “reconocer” lo que las proyecciones significan en su forma más pura, encontrar a través de su disfraz su símbolo; las visiones que los difuntos tienen en su camino por los Bardos hacia la iluminación se asemejan en su naturaleza a un sueño: ingobernables y babélicos, sólo que más vívidos. Doris al contarle a su abuela el sueño que ha tenido expresa que su prima no la ha reconocido, pero esa ausencia de reconocimiento se desvanece al Doris descifrar el deseo expresado en el sueño y el canal de comunicación se abre. Doris y su prima tienen encuentros en escenas que evocan un sueño o una vigilia donde meditan sobre sus memorias y cuándo guardan silencio, una sensación de melancolía empieza a susurrar.

En el Bardo de las divinidades coléricas en el día duodécimo de guía, la obra expresa sobre unas de las proyecciones “Desde la parte oriental de tu cerebro aparecerá ante ti Gauri Blanca, sosteniendo un cadáver a modo de garrote en la mano derecha y una calavera a modo de copa llena de sangre en la mano izquierda, desde el sudeste aparecerá Pukkasi naranja sosteniendo un manojo de entrañas en la mano derecha y comiéndolas con la izquierda, desde el noroeste aparecerá Candali de color amarillo pálido, arrancando una cabeza de su cuerpo” Pareciera estar describiendo la escena en que Doris exhuma el cuerpo de su prima y en este acto simbólico entrega no sólo su cuerpo sino su espíritu para ser finalmente engullido por el cosmos o lo infinito. La escena es reducida visualmente a un trámite o “mal necesario” por cumplir, lastimosamente rompe en la secuencia más importante de la película con el ritmo ritual y poético al que se remite en todo su metraje.

Para poder llevar a cabo el Segundo Velorio que según la tradición Wayúu representa la despedida final de alma que parte hacia lo infinito o la iluminación, Doris necesita orientar a su prima quién parece caminar a tientas buscando la liberación y en esta ruta necesita separar definitivamente su consciencia que ya etérea pero a la vez indecisa y abatida tiene visiones de su soporte: el cuerpo carnal.

Uno de los primeros sonidos con pantalla a negro de la película es un sonido que se lee cómo un crujir de huesos: “Aunque intentes entrar en tu propio cadáver hasta nueve veces, el invierno lo habrá congelado o el verano habrá hecho que se descomponga, o algunos de tus parientes lo habrán quemado o enterrado en una tumba, sentirás una gran desesperación y tendrás la sensación de ser estrujado entre rocas y piedras” Doris en el momento de la exhumación simbólicamente suprime en la difunta el anhelo de un cuerpo y cierra la puerta de regreso a la matriz terrenal.

Según la obra en esta instrucción hacia la liberación de los difuntos, los amigos y parientes no deben llorar o entristecerse o hacer ruido en presencia del cadáver; tras la exhumación del cuerpo, no sólo se hace imperativo la liberación de los espíritus, sino el llanto, una de las escenas finales: un llanto colectivo y angustioso que libera la profunda esencia interior de los seres humanos y es allí donde dos sustancias del ser en una invitación compasiva son liberadas y unidas: llanto y espíritu.

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