LITIGANTE: La familia obsoleta
“En nuestra parte del mundo, «madre» es estrictamente el nombre de una función. Cuando la función ha sido debidamente cumplida, el título desaparece; el ex-hijo y la mujer que podía ser denominada «madre» establecen un nuevo tipo de relaciones. Si se entienden bien, continúan viéndose a menudo. Si no, se separan. Nadie espera de ellos que se aferren el uno al otro, y ese aferrarse no es un equivalente del amor…”
La Isla, Aldous Huxley
El cuadro que mayor resonancia visual tuvo en mi en la nueva película del director Franco Lolli: LITIGANTE fue: Sylvia, la protagonista finalmente en un momento de intimidad con su hijo, y digo finalmente porque durante toda la película su maternidad es inconveniente y discutible. Inicialmente pensé que esta secuencia planteaba un contrapunto a la secuencia inicial de Sylvia y Leticia, su madre aquejada de cáncer en una resonancia invasiva, por ser una escena de acompañamiento pero la verdad es que nos está hablando de lo mismo: la dominante de la instauración del orden familiar.
Ese plano trajo a mi memoria la icónica escena final de la película del alemán Wim Wenders de 1985 “PARIS, TEXAS” en la que Jane tiene un reencuentro con su hijo y materializa un conmovedor pero a la vez crudo regreso al origen. Dos maternidades mal asumidas con la “precariedad” adicional de un padre que es más una sombra o un mito.
La maternidad y paternidad como un lazo discutible no es sólo uno de los indicios que deja la película sino que de allí se desprende la categórica anotación que su actriz principal Carolina Sanín hace: “Me preguntaron para el noticiero que qué mensaje transmite la película. Eso tendría que decirlo el director pero en nombre de mi personaje — y también de mis ideas- digo que hay que acabar con la familia”. Esta afirmación suena prima-hermana de la polémica afirmación de Nietzsche “Dios ha muerto”, pero que lejos de ser un acto violento representa un camino simbólico hacia el re-pensamiento de los males que aquejan al universo de LITIGANTE, es decir, nuestra realidad más cercana, que es de dónde Lolli se aferra compulsivamente en sus obras.
A esta afirmación le es adjuntada la crianza comunitaria como un camino; empiezo a ser remitida a los planteamientos filosóficos de Aldous Huxley en su obra “La Isla” libro utópico ubicado en Pala (contrapunto de su obra anterior “Un Mundo Feliz”). Las directrices de su comunidad beben de la ética budista y del comunismo primitivo y promueven iniciativas tales como el detenimiento de la industrialización, la crianza comunitaria liderada por los ancianos y una reforma radical al sistema de familia en general. Allí los niños tienen en promedio 20 hogares o “familias” compuestos por jóvenes elegidos y en su mayoría: ancianos; la relación consanguínea no representa un lazo excluyente y la elección del propio entorno es sobre todas las cosas: voluntaria.
“Todos pertenecemos — explicó Susila — a un cam: un Club de Adopción Mutua. Todos los CAM están compuestos por quince a veinticinco parejas. Novios y novias recién elegidos, veteranos con niños en crecimiento, abuelos y bisabuelos… todos los miembros del club se adoptan entre sí. Aparte de nuestras propias relaciones consanguíneas, tenemos nuestra cuota de madres, padres, tíos y tías por delegación, hermanos y hermanas por delegación, hijos pequeños y adolescentes por delegación.”
En Paris, Texas hay una fuerte predominancia de la paternidad y maternidad biológica, el niño es arrancado de un entorno beneficioso de crianza para ser devuelto a una completa extraña, pero que finalmente lo parió; la familia como un trámite y un mal necesario. En Litigante se pone sobre la mesa la definición de la familia, en consonancia con el filme de Wenders, como una instancia de consciencia, por consecuente, de vigilancia y aunque ablanda con “comic relief” dentro de la tragedia y momentos de indiscutible amor entre varios de los personajes, tiene algo legítimo y constructivo que decir sobre la instauración del orden familiar y sus consecuencias.
La carga dramática es sostenida por una relación materno-filial/combativa de la cuna a la tumba entre Sylvia y su madre Leticia. Una interacción plagada de choques (que se sienten dadas las circunstancias) de magnitudes cataclísmicas. Ambas mujeres buscan no solo superar su sombra, sino la sombra de otros en ellas y en su fracaso elongan esa sombra hacia sus propios hijos. Tienen un completo fracaso en las dos dimensiones que la maternidad comprende para Huxley: la función y la relación, que si son mezcladas, pueden ser absolutamente desfavorables. Por esa razón, en Pala no necesariamente la madre biológica asume la función (impuesta socialmente y erróneamente según los Palaneses) sino que por el contrario, es apoyada por su comunidad y tiene siempre abierta la opción de mantener la dimensión de relación con su hijo biológico.
En nuestra parte del mundo, «madre» es estrictamente el nombre de una función. Cuando la función ha sido debidamente cumplida, el título desaparece; el exhijo y la mujer que podía ser denominada «madre» establecen un nuevo tipo de relaciones. Si se entienden bien, continúan viéndose a menudo. Si no, se separan. Nadie espera de ellos que se aferren el uno al otro, y ese aferrarse no es un equivalente del amor, no es considerado como algo particularmente digno de mérito.”
Sabemos abiertamente quién es el verdadero padre del niño, su relación con Sylvia y su hijo biológico es una completa anomalía y este lazo atípico sugiere un rompimiento de este orden familiar, que plaga toda la historia familiar de Sylvia de manera perjudicial. La ausencia del padre biológico, aunque para el niño y su entorno (mayormente) representa un impacto, este impacto es anulado en la ficción por la escasa presencia del parte pero que desprende un aroma muchísimo más saludable que las restantes uniones familiares ¿Por qué será? Si socialmente este hombre sería la figura por excelencia de “incorrección”. Me atrevo a asumir que su lazo paterno-filial es flexible, más no frágil. En esta burbuja de ficción creada por Lolli, no solamente aferrarse a su sangre es digno de mérito.
En la isla utópica de Pala, sus habitantes son enseñados a evitar lo que llaman “los dos tercios de pena casera y gratuita” en el que es totalmente legítimo la fuga del niño otro de sus 20 hogares, en caso de que sea insufrible. Esto no representa un quiebre en ningún sistema familiar, sino una apertura a las posibilidades de desarrollo espiritual y psicológico del niño.
«Tómese un esclavo asalariado sexualmente inepto, una mujer insatisfecha, dos o (si se prefiere) tres pequeños adictos a la televisión, hágase un encurtido con una mezcla de freudismo y cristianismo diluido; luego envásese herméticamente en un departamento de cuatro habitaciones y cocínese durante quince años en el jugo». Nuestra receta es más bien distinta. «Tómese veinte parejas sexualmente satisfechas, con sus descendientes; agréguese ciencia, intuición y humorismo en cantidades iguales; embébase en budismo tántrico, y hiérvase indefinidamente en una olla abierta, al aire libre, sobre una viva llama de afecto».
Puede que estos planteamientos contengan un fuerte ingrediente de incorrección política y familiar y que si la mayoría de nuestras madres nos escuchara defendiendo esto, romperíamos su corazón pero Franco Lolli sutilmente deja cocinar estos pensamientos en nuestra cabeza, ¿Qué ocurre con nuestros modelos y sistemas de familiar? ¿Somos endosados por predestinación hereditaria? ¿Representan esto un lazo más compulsivo que benéfico? En la vía Huxleyana no sólo los niños tienen cierto grado de libertad, también los padres lo tienen basado en sus aptitudes e intereses actuales. No sólo libra a los niños de ineptitudes parentales y de injusticias, sino a sus padres de una esclavitud no deseada.
“Ese fue el hogar del cual, hasta que tuve catorce años y mi tía Mary se mudó a la casa de al lado, jamás pude escapar.
— Y sus desdichados padres jamás pudieron escapar de usted. — Eso no es del todo cierto. Mi padre solía fugarse por medio del coñac, y mi madre por medio de su anglicanismo.”
Si la familia es una sentencia, tal vez cómo Carolina Sanín decreta en rigor de la integridad: la familia si debería ser eliminada.
La antología de películas de Franco Lolli son para mi cuerpos mentales, investigaciones recurrentes de los efectos emocionales y físicos del trauma cotidiano que se convierten en diagnósticos de la familia como institución y como sistema. Todas sus películas se circunscriben a una claridad narrativa y de intenciones, que no se basa solamente en un decidido realismo sino en un lenguaje cinematográfico vernáculo para todos los Colombianos y Latinoamericanos. Es un alivio la entrada de nuevos actores naturales a la historia del cine colombiano. Carolina Sanín, traduce en su mirada una fractura del alma, una mirada cínica y cansada que embellece hasta los gestos más vulgares. Leticia Gómez, poderosa en su necedad que entrevé la tan soñada libertad.
Franco Lolli: ¡Gracias! ¡Bravo!